Nuestro cabello como bandera [medienvielfalt.net]

La siguiente es la traducción de un artículo escrito por Mahtab Mahboub y publicado originalmente en inglés por la página medienvielfalt.net el pasado 22 de septiembre de 2022.

Traducido al español por Cazadores de Fake News con autorización de medienvielfalt.net.

La unificación de las voces en las protestas de todos los rincones de Irán durante estos días muestra un cambio en el contexto de la sociedad iraní. Una sociedad que, según los gobernantes, está dominada por una cultura tradicional que exige una cubierta especial a las mujeres.

Sin embargo, las cubiertas tradicionales de las mujeres se diferencian claramente de la obligatoriedad uniforme de los velos (chador negro) y del maghnaeh (un tipo de cubierta islámica para las mujeres que mantiene la cabeza y el pecho cubiertos).

La diversidad de cubiertas fue marginada y demolida mediante asesinatos, torturas y humillaciones y en un periodo de más de tres años —desde el invierno de 1980 hasta 1984, justo después de la revolución de 1979— junto con la eliminación de la diversidad de cualquier otro tipo de comunidad y creyendo que esas personas no se identificaban con las de los gobernantes.  Sin embargo, la resistencia diaria de las mujeres que no renunciaron a su derecho a vivir libremente continuó, desde las luchas con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria y los paramilitares que atacaron fiestas en los espacios privados de los hogares, hasta la autoinmolación como protesta, pasando por la creación de aplicaciones móviles que ahora informan a otras mujeres sobre la ubicación de la Policía de la Moral en las calles y otros espacios públicos. 

En estos días de protestas desencadenadas por el asesinato de una mujer kurda de 22 años, Zhina (Mahsa) Amini, a manos de la Policía de la Moral en Teherán, los nombres y símbolos de esta larga historia de resistencia femenina son convocados en las alegres danzas y la quema de pañuelos de mujeres, desde la Dra. Homa Darabi, que se prendió fuego en 1994 para protestar contra la violencia y la deshumanización de las mujeres; hasta la “chica azul” que intentó entrar en el estadio para ver un partido de fútbol, pero tuvo que elegir la muerte, no sólo para escapar de la pena de prisión sino también de la policía familiar, su padre.  

Ahora el legado que dejaron los combatientes de Rojava, con el lema de “Jen, Jian, Azadi” (mujer, vida, libertad) se une a la voz de aquella mujer árabe ahwazi que gritó a las fuerzas de seguridad “nuestras manifestaciones son pacíficas, ¿por qué nos disparan?” durante una protesta en medio de una grave sequía. Las voces de los marginados se han trasladado al centro de esta lucha feminista.

Las voces de los marginados se han trasladado al centro de esta lucha feminista.

Mientras que los intentos anteriores de movilización para cambiar la ley mediante la recogida de firmas y el apoyo popular y el envío de más diputadas al Parlamento —ambos organizados principalmente por activistas de la capital— no han tenido mucho éxito, esta oleada de protestas ha obtenido la solidaridad de muchas personas que están desesperadas por un cambio.

Transitar el espacio público con un cuerpo no masculino podría convertirse en un peligro potencial de muerte para muchos, especialmente para quienes tienen que utilizar el transporte público porque no pueden permitirse un vehículo privado, aunque eso no garantiza la seguridad de una mujer. La Policía de la Moral nunca ha tenido un código de conducta muy claro y esta ambivalencia es la que mantiene a las mujeres en constante temor y a las ciudades inseguras para ellas. Paralelamente a la creciente presión de la inflación, el desempleo, la crisis climática y las interminables denuncias de malversación de fondos en cantidades sin precedentes, el Estado está limitando los derechos reproductivos de las mujeres al prohibir la esterilización y la distribución gratuita de anticonceptivos en el sistema público de salud.

Las mismas políticas de segregación que exigen personal femenino para muchos puestos de trabajo como médicos, enfermeras y profesores, han creado dos generaciones de mujeres educadas y cansadas de estar sometidas a un estatus inferior.

Las generaciones más jóvenes de mujeres —ciudadanas más globales, valientes y exigen su derecho a tener una vida sin opresión y con perspectiva para su futuro. Junto a ellas luchan los hombres (en su mayoría jóvenes)— ahora saben que el sistema de teocracia imperante y sus políticas neoliberales no les benefician.

Ante el desempleo, las discriminaciones étnicas y religiosas, el servicio militar obligatorio y el empobrecimiento de vastas poblaciones que coincide con la crisis climática, la paciencia se ha agotado para muchos civiles iraníes. Ahora están representando un nuevo tipo de masculinidad que apoya la libertad de las mujeres y amplifica sus voces, tanto en la calle como en los discursos; una masculinidad que no ocupa todo el espacio para promocionarse, sino que mantiene el espacio para las voces con menos acceso al poder, es decir, las mujeres y los derechos LGBTIQ+.

“El mundo nuevo lucha por nacer”, como decía Antonio Gramsci, e independientemente de la “victoria” o el “fracaso” de este movimiento —en cuanto a la toma del poder político o el cambio de régimen—, éste ha creado ciudadanos politizados y dejará su huella en el espacio social y en nuestra memoria para siempre.

Este artículo se publicó originalmente en el sitio web de Netzwerk Medienvielfalt, una red transcultural de creadores de medios de comunicación que conecta diversos proyectos mediáticos de refugiados y migrantes de toda Alemania. Sus contenidos amplifican las voces de las personas que sufren discriminación y tienen que vivir con las desventajas de no ser consideradas parte de la “sociedad alemana”.

Mahtab Mahboub es podcaster y una de las coordinadoras de la red.


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